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Ansiedad: ¿Cómo gestionarla?

La ansiedad es un estado psico-emocional, generalmente consciente, que se caracteriza por una sensación de preocupación o miedo de diferente intensidad y duración, frente a situaciones que tememos no poder controlar, cambiar o a las que creemos no poder enfrentarnos.

Puede nacer de un acontecimiento presente, identificable y que provoca de forma directa el estado de ansiedad.

O bien puede ser provocada por el recuerdo de algo ya vivido o bien no vivido pero temido, imaginado o interpretado.

Image: Emaze.com

A menudo, una situación nos genera inquietud, ansiedad, tensión no tanto  por lo que realmente es, sino por como nosotros la interpretamos.

En este caso, por mucho que nos demos cuenta de estar viviendo una sensación de ansiedad o miedo, igualmente podemos no ser conscientes de lo que está causando este estado ni de como solucionarlo.

Por lo tanto podemos caer en una escalation negativa que puede convertirse en un verdadero estado patológico de miedo y de bloqueo des-adaptativo/destructivo.

La mente, siendo una superviviente, tiene dos salidas claras frente a este tipo de estado: atacar o huir. Ambas son para ella las herramientas primordiales para garantizar la supervivencia, son los medios que nuestra naturaleza instintiva o nuestra conciencia colectiva ancestral guarda desde que el hombre cobró vida en la tierra.

Cuando entramos en un estado de ansiedad, nuestro sistema nervioso simpático vive un estrés repentino, se híper-activa y el sistema nervioso parasimpático tiene que elegir cual de las dos herramientas conviene utilizar en el caso concreto que está viviendo o que está imaginando.

ansiedad
Image: Habb

La ansiedad nos hace reaccionar de forma física, emocional, comportamental y cognitiva.

El cuerpo se tensa, al latido del corazón se acelera, empezamos a sudar, los músculos de todo el cuerpo se contraen Las consecuencias en nuestros órganos internos así como en nuestros sistemas (inmunitario, sanguíneo, linfático etc.) se manifiestan rápidamente, la cara se pone pálida o de colores, notamos vértigo, picores etc.

La respuesta emocional es de fuerte estrés y se acompaña con una serie de emociones que alteran nuestro estado de equilibrio.

La respuesta cognitiva frente a la amenaza será negativa, por lo menos al principio, ya que la elaboración mental súbita de la situación es de descontrol o simplemente es distorsionada debido al miedo o a la sorpresa.

La respuesta comportamental puede dar lugar a una agresión o a un comportamiento tendencialmente irracional, o bien a un control excesivo del estado de las cosas, o a acciones confusas.

Image: Pixabay.com

Las razones porque haya personas que padecen estados de mayor o menor ansiedad son diversas. Haber vivido experiencias traumáticas (conflictos familiares, maltratos, abandonos, falta de afecto, abusos, inseguridad provocada etc.) hace que nos sintamos indefensos a la hora de enfrentarnos a situaciones, personas, a la toma de decisiones, a los cambios.

Igualmente el tipo de personalidad ejerce su influencia en los estados de ansiedad. Diferente será la reacción de una persona tímida con respecto a una persona atrevida frente a una misma situación, por ejemplo.

La manera de ver la vida y sobre todo las creencias impactan considerablemente en los niveles de ansiedad.

Una persona perfeccionista vivirá estados de estrés elevados (y diría constantes) por la irrefrenable necesidad de lograr la perfección a toda costa, sintiéndose constantemente frustrada. Una persona que tiene tendencias a huir de los problemas, a posponer la resolución de cualquier cosa, se encontrará con vivir momentos de aparente tranquilidad al principio debido a la evitación del problema. Pero luego recibirá toda la carga de lo a que ha evitado por no sentirse capaz de enfrentarse a ello.

Una alimentación desequilibrada o, en general, una mala nutrición así como el sedentarismo no favorecen ni el equilibrio ni una buena gestión de los estados de estrés. Y esto se produce tanto a nivel orgánico como a nivel emocional, mental y físico. Tendremos muchas menos energías bajo todos los aspectos por tener que intentar evitar que el estrés ansioso nos consuma.

Algunos estudios también comprueban que existen patrones de ansiedad heredados, tal y como confirma el UW Health Emotions Research Institute, los cuales ‘’podrían ser identificados en una alteración de los genes específicos que influyen en el hipocampo” (Fox 2010).

 ¿Cómo podemos gestionar la ansiedad?

 

El primer paso es: identificar el problema.

O más bien, determinar qué es lo que realmente está pasando (si es que está pasando algo  o bien si estamos centrando nuestra atención en algo ya ocurrido o hipotético o futuro). La identificación es importante que sea muy precisa para que demos una ‘dimensión realista’ al acontecimiento presente, pasado o futuro.

El segundo paso es: determinar opciones/soluciones.

Es decir ‘qué puedo hacer yo frente a esto que está ocurriendo o que ha ocurrido o que creo pueda ocurrir’; ‘qué recursos tengo y de qué recursos puedo disponer en el inmediato para solucionar lo que me provoca ese estado’; ‘quién me puede ayudar y cómo’.

El tercer paso es: evaluar si la solución debe ser inmediata.

La solución puede llegar en un segundo momento; determinar si soy yo el responsable de solucionar el problema/acontecimiento o si no me pertenece hacerlo ni debo estar involucrado en ello, es otro paso consecuente y que nos puede llevar a una buena resolución.

Una vez tengamos nuestro abanico de opciones con respecto al problema que hemos identificado, podremos establecer un plan de acción o simplemente una acción, comportamiento o reacción para enfrentarnos a lo que nos provoca ansiedad. En el caso en que no lográramos resultados con la opción que hemos elegido, siempre tenemos las otras que hemos considerado y a las que podremos recurrir.

Imagen by © Poppy Berry/zefa/Corbis
Imagen by © Poppy Berry/zefa/Corbis

¿Sabes que el primer remedio que permite ir aflojando  la ansiedad es la respiración?

Inspirar y expirar lentamente con la nariz nos permite calmar inmediatamente el estado de estrés y, con el, nuestros pensamientos y nuestra mente. Automáticamente todo el cuerpo empezará a relajarse y una mente tranquila hace que podamos ver la realidad por lo que verdaderamente es; nos permite evaluar lo que está ocurriendo sin permanecer ni bloqueados ni con ganas de huir o atacar.

Las técnicas de relajación son varias y cada persona puede encontrar la/s que le produzca/n más efectos positivos. Se trata de ir testando e ir practicándolas para que la mente tenga el tiempo de experimentar que no se produce tragedia alguna.

La mente superviviente necesitas pruebas, experiencias, hechos para decidir abandonar creencias que, en un momento dado de la vida, ha tenido que crear y  utilizar para sobrevivir. Darle opciones hace que se abra a nuevos horizontes y que los emprenda con tranquilidad.

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Imagen destacada: So Duffau en Artelista.com

© Autora: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

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