Días de lluvia en este Invierno que está a punto de pasar el testigo a la Primavera, para que empiece su camino, lleno de brotes y de vida.
He estado silenciosa en estas últimas semanas, sí, tienes razón. Tenía muchas cosas rondando por mi cabeza, muchas ideas que casi no me dejaban dormir.
Proyectos que llevar al cabo. Compromisos con los que cumplir.
Cambios que gestionar. Incertidumbre con la que convivir.
Cansancio que sobrellevar. Retos que superar.
Pues, vamos, que ni bien ni mal. Pero no he estado al 100%, las cosas como son. Y sigo baja de energía.
Y no estamos aquí para compartir solo buenos momentos o dar lecciones o divulgar conocimiento o explicar cosas abstractas.
Estamos por lo que estamos: ser quienes somos.
A veces tengo tantas ganas de hacer cosas, compartir, divulgar, comprender, estudiar, aprender, crear que se me va de las manos.
Y otras veces tengo prisa. Mucha prisa. Un prisa que me ofusca y no me deja apreciar cada paso que construye lo que está por venir. Miro sin ver y me agobio, desconfío, me complico. Me convierto en una antena que en lugar de atraer lo que quiero, lo aparca.
Hoy estoy así, ni bien ni mal, con falta de impulso. Y te lo quería comentar, sin dejar pasar más días. Te lo quería explicar.
No tengo las cosas claras. Eso es.
Y cuando no tengo las cosas claras, suelo parar. Y esperar, me guste o no me guste. Espero el momento del despeje. Es como cuando vas a limpiar un cristal, que le soplas encima para que el aire tibio que sale de tu boca cree esa humedad que te permite limpiar la opacidad.
Pues allí estoy, viendo las cosas detrás de un cristal opaco y sin inmutarme. Aún no estoy con la energía adecuada como para soplar y despejar la mente de lo que me está impidiendo ver bien lo que tengo delante.
Siempre he sentido que, cuando te falta energía, debes parar y hacer lo posible para recuperarte. A veces no eres tu, no depende de ti.
Puede que tu entorno te haya absorbido demasiado. O que cosas que han ocurrido, directa o indirectamente, te han robado energía.
Tus pensamientos recurrentes. Miedos que suben a la superficie. Tareas que no quieres hacer, pero que debes. Caminos que recurres, pero que no querrías, porque sabes que nos son los correctos o porque crees que no te van a llevar donde tu quieres o necesitas. Situaciones que no son como a ti te gustaría. Personas que no responden como tu esperabas o que no dejan de meterse en tu vida, aún cuando ya no tenéis nada más que compartir. O hasta un simple cambio de estación como es este que estamos viviendo en este lado del planeta, que revoluciona tus sistemas internos y los desequilibra por momentos.
Miles de circunstancias que, dependan o no de ti, te dejan allí, en medio, sin saber qué hacer ni hacia donde ir. Como una peonza que se queda allí en el suelo y no se mueve, porque no se le da el impulso.
A veces no sabemos qué hacer porque nos falta la valentía de mostrarnos tal y como somos al mundo. De decir: eh, esto es lo que hay, siente bien o siente mal.
Demasiado a menudo actuamos en reacción a algo o alguien, para cumplir con expectativas que no son nuestras, sino que responden a lo que se supone que deberíamos hacer, decir, pensar, demostrar, comunicar. O para ‘quedar bien’.
No siempre somos conscientes de ello y por esto caemos.
Hoy es un día de lluvia, por fuera de mi ventana y un poco por dentro de mi cabeza. Lo veo todo un poco gris y el gris, justo, no es uno de mis colores favoritos.
Y si tu día también está siendo así, gris, pues me encantará saberlo y saber cuál es tu sistema para sacar esa opacidad que ofusca lo que ves.
Pues, voy a descansar la mente y activar el cuerpo con un poco de movimiento y de música, que es lo mejor que se puede hacer en este estado de niebla mental. Te lo aconsejo encarecidamente cuando te sientas así. ¡Lo cambia todo!
Mañana será otro día y ¡prepárate! Porque tengo muchas cosas que contarte y con muchas ganas y una energía descomunal, que es la que suelo tener prácticamente a diario.
En nada vuelvo por aquí, ¡¡espérame ;-)!!
~
Vittoria Verí Doldo ~ Health Coach