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Hay vida después de la muerte…[libro de E. Alexander]

«Soy un médico que tuvo una experiencia cercana a la muerte. Hasta ese momento, un firme miembro del lado reservado para la ‘ciencia dogmática’ que tuvo una experiencia que lo posicionó en el otro lado. Este lado cree que estamos a punto de presenciar algo auténticamente nuevo: una unión de espiritualidad ciencia que cambiará para siempre la forma en que nos entendemos y experimentamos a nosotros mismos.”

Con esta premisa, el neurocirujano Eben Alexander, autor de ‘La prueba del cielo’, cuenta su experiencia tras pasar siete días en coma como consecuencia de haber sufrido un derrame cerebral. En su opinión no hay duda de que hay vida después de la muerte.

El escritor reúne en su nuevo libro tanto a científicos como a los grandes sabios del pasado, incluyendo testimonios de gente corriente que ha vivido extraordinarias experiencias cercanas a la muerte, para demostrarnos que el cielo es real.

En esta nueva obra, Alexander ha estudiado lo que han dicho las tradiciones religiosas de todo el mundo y los filósofos sobre la supervivencia del alma después de la muerte, y ha llegado a la conclusión de que existen grandes similitudes entre esas voces del pasado y los relatos de la actualidad. ‘El mapa del cielo’ explora la historia espiritual de la humanidad y el nacimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII, y nos muestra cuál es nuestro verdadero destino.

Este es un breve resumen, en boca de Alexander, de los temas que trata en el volumen.

Ciencia y conciencia

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

Hoy en día muchos científicos creen que estamos a punto de saber prácticamente todo lo que queda por saber en relación con el universo. Algunos incluso hablan prolijamente de una Teoría del Todo, que explicaría todo lo que actualmente se sabe sobre el universo.

Hoy existe otro grupo —que incluye a muchos científicos— que también lo cree pero desmarcándose de una teoría agresiva, materialista y orientada hacia los datos y que defiende abordar esas tres preguntas primordiales acerca de la condición humana. En esa teoría, además, se incluirá el cielo.

En el siglo XX, tras tres siglos fantásticamente exitosos, la ciencia —en especial la física— recibió una sorpresa. Encontró algo que no podía explicar: la «materia», eso que creyó entender tan bien, no era en absoluto lo que había creído que era.

Los átomos —esas pequeñas partículas irrompibles y sólidas como la roca que la ciencia había pensado que eran los principales componentes del mundo— resultaron no ser tan sólidos ni tan irrompibles. Y resultó que el espacio tampoco estaba realmente «ahí». Al menos no de la manera sencilla, directa y fácil de entender.

Se doblaba. Se estiraba. Estaba inextricablemente relacionado con el tiempo.

Pero entraba en juego otro factor difícil de estudiar y explicar: la conciencia. 

El físico matemático Ernst Pascual Jordan escribió: «Las observaciones no solo afectan a lo que se va a medir, sino que lo producen«. Esto no necesariamente significa que creemos realidad con nuestras imaginaciones, pero sí que la conciencia está tan vinculada a la realidad que no hay manera de concebirla sin ella: la conciencia, en suma, es el verdadero fundamento de la existencia.

El nuevo Mapa del Todo

La nueva teoría —el nuevo Mapa de Todo del que soy tan firme defensor— incluirá todos los descubrimientos revolucionarios que la ciencia realizó en el siglo XIX, especialmente aquellos sobre la naturaleza de la materia y el espacio, y aquellos sobre la centralidad de la conciencia que tanto caos causaron en la ciencia materialista a principios del siglo XX.

Este nuevo Mapa del Todo también incluirá las ingentes cantidades de datos que están surgiendo desde un campo de investigación completamente al margen: las experiencias cercanas a la muerte. Las visiones en el lecho de muerte. Los momentos de contacto aparente con seres amados fallecidos. Todos relatan encuentros extraños, pero del todo reales, que las personas experimentan invariablemente con el mundo espiritual; sin embargo, ni la ciencia dogmática ni la religión dogmática han permitido hablar sobre ellos.

Una experiencia vivida en primera persona

En ‘La prueba del cielo’ describí cómo el brote repentino de una cepa muy inusual de meningitis bacteriana me llevó al hospital y me sumió en un estado de coma profundo durante siete días.

Durante ese tiempo, experimenté algo que aún hoy estoy en proceso de asimilar y comprender. Recorrí una serie de reinos supra físicos, cada uno más extraordinario que el anterior. Era una persona distinta a la que había sido.

Las cosas que había visto y experimentado cuando estuve fuera de mi cuerpo no se disolvieron, como sucede con los sueños y las alucinaciones, sino que se quedaron.

Y mientras más tiempo pasaba, más cuenta me daba de que lo que me había ocurrido en la semana que pasé más allá de mi cuerpo físico había reescrito todo lo que yo creía saber respecto a toda la existencia.

Como doctor en Medicina con una larga trayectoria profesional en prestigiosas instituciones médicas como Duke y Harvard, yo era el perfecto escéptico comprensivo. Un tipo al que si usted le contara su experiencia cercana a la muerte, o la visita que recibió por parte de su tía muerta para comunicarle que todo iba bien, lo hubiera mirado y le hubiera dicho, con compasión pero tajantemente, que era una fantasía.

Hay un mundo más grande detrás del que vemos a nuestro alrededor cada día.

Un sinnúmero de personas han estado teniendo experiencias semejantes. Llegan a mis oídos a diario. No solo durante las charlas que doy, sino que están haciendo cola conmigo en Starbucks o sentadas junto a mí en aviones…

Me he convertido, gracias a la difusión que alcanzó La prueba del cielo, en alguien a quien las personas sienten que le pueden hablar respecto a este tipo de cosas. Cuando lo hacen, siempre me sorprendo ante la asombrosa unidad y coherencia de lo que dicen.

A raíz de mi travesía, aprendí que un verdadero buscador debe entrar profundamente en su propia conciencia para acercarse más a la verdad sobre nuestra existencia.

El dogma científico y religioso no siempre es correcto, por lo que es importante desarrollar un alto nivel de confianza en nuestro propio sistema interno de orientación, más que seguir ciegamente a los supuestos expertos. No es necesario atravesar una experiencia cercana a la muerte u otro tipo de evento externo que proporcione este conocimiento: puede cultivarse intencionalmente.

~

Fuente: Elconfindencial.com

Imágenes: Google.com

Revisiones y aportaciones: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

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