Curiosidades

¿Sabías que el cerebro y la personalidad están vinculados y se desarrollan juntos?

Hoy compartimos un interesante articulo del País.es – sección Colecciones – en el cual se explica como existe una vinculación entre la actividad eléctrica de las neuronas y los rastros de nuestro carácter.

Vamos a descubrir porque…

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La aceptación y perspectiva que tiene una persona de sí misma, no se obtiene únicamente mediante mecanismos neuronales, influye un factor biológico (el temperamento o carácter) que es hereditario, así como el propio entorno y nuestra adaptación. De hecho la mejor forma de conocer cómo madura la personalidad es seguir su evolución en las diferentes fases de la vida.

Sigmund Freud (1856-1939), padre del psicoanálisis, fue de los primeros en estudiar y explicar el concepto del “Yo” . Para Freud el Yo es algo innato de los individuos, a medio camino entre el entorno que nos rodea y el SuperYo (conciencia). En otras palabras, el Yo forma parte de una interpretación que la persona realiza de su propio rol en el entorno.

Este “Yo” ha sido analizado por diferentes neurocientíficos, psicólogos y psiquiatras a lo largo de la historia y la mayoría coinciden en que la variedad de la personalidad puede descomponerse en cinco grandes rasgos: el neuroticismo (o inestabilidad emocional), la extroversión (como de animada es una persona y su apertura a nuevas experiencias), la empatía y la conciencia (o responsabilidad).

Cada una de estas áreas se va desarrollando a lo largo del tiempo, desde la niñez hasta la vejez, a través de las conexiones neuronales entre los diferentes lóbulos y hemisferios que se encargan de transmitir la información en el cerebro.

 Etapas en la definición de la personalidad o “Yo”

El amanecer: durante la infancia y los años de dependencia el cráneo va ensanchando y haciéndose más fino para albergar la masa del cerebro, al igual que ocurre durante la gestación. El temperamento es la única herramienta que posee el niño para enfrentarse a sus primeras emociones como el frío, el miedo, el dolor o la incertidumbre. Se trata de un componente primigenio que define la estructura del cerebro.

La infancia: en esta época los sujetos desarrollamos diferentes capacidades cognitivas y físicas que nos permiten comenzar a interactuar con la realidad. Entra en juego el desarrollo del cerebelo y la adaptación al espacio exterior. Durante este proceso se adquieren un buen número de los valores, creencias y normas sociales que nos acompañarán hasta la adolescencia.

La pubertad y la adolescencia: en esta etapa se vive, además de la evolución neurológica, un intenso cambio orgánico con la aparición de pelo en el cuerpo, el desarrollo de los órganos genitales y la aparición de la necesidad de diferenciarse, fruto de la apertura al mundo fértil y el instinto sexual. Durante este período se desarrollan nuevos circuitos y conexiones neuronales y se reorganiza haciendo más grandes algunas zonas del cerebro y reduciendo otras. Hasta ahora las neuronas creaban circuitos para sustentar sus funciones más básicas, pero ahora las personas también deben ser capaces de tomar decisiones basadas en el análisis. Las sinapsis se multiplican entre las neuronas relacionadas con la memoria y el aprendizaje complejo, consolidando los circuitos que las sustentan y librándose de lo que es superfluo.

Aunque el cerebro aún no ha terminado de formarse, tanto el sistema límbico como el hipotálamo y la amígdala cerebral maduran, comienzan a cobrar protagonismo. Además durante esta etapa también aparecen las hormonas sexuales que marcaran el comportamiento respecto al sexo y el género.

Adultez: A lo largo de esta etapa se puede considerar que la personalidad o el “yo” se encuentra en su punto de mayor desarrollo. La corteza prefrontal madura y se amplían los recuerdos y la evaluación de síntomas parecidos, ampliando la base de datos del cerebro y la capacidad de reacción. El autoestima tiende a subir y se consigue una mejor regulación tanto del control de los impulsos como del concepto que las personas tenemos al intentar acercar el yo real al yo ideal o deseado.

Vejez:  En el ocaso de la vida, se vive una progresiva pérdida de habilidades así como de seres queridos que afectan al desarrollo de la personalidad y la autoestima. A nivel neuronal, la actividad cerebral va mermando y quedándose en las funciones más básicas y que ahorran más energía, si bien el cerebro no reduce su tamaño, el volumen y la intensidad de las sinapsis sí que decrece.

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Imágenes: Pixabay.com

Fuente: ElPais.es

Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

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