El miedo a la libertad…
Crees que eres tu profesión, la casa en la que llevas poco o mucho tiempo viviendo, tu ropa, tu coche. Crees que eres lo que tus amigos piensan de ti, la forma en que la gente te ve; crees que amas tal y como tus seres queridos dicen que haces, que ese es tu forma de amar. Crees que eres la ciudad en la que vives, los hábitos que cultivas, los viajes que haces. Crees que eres tu smartphone y sus contactos, el café con leche que tomas cada mañana, y esas tostadas con mantequilla y mermelada de fresas. Tu felicidad depende de tu mundo exterior, es una reacción a ello.
Pero si por un momento borras todo lo externo en lo que te identificas, ¿qué o quién queda? ¿Quién eres? ¿Dónde está esa felicidad?
Si necesitas el mundo exterior para poder recordarte a ti mismo quien eres, algo está fallando.
Una cosa es como necesitas que los demás te vean, otra cosa es quien eres de verdad. Y aquí está lo complicado. Dejar de hacerte distraer continuamente por el exterior centrando allí todas tus energías, para dedicarte con amor y paciencia a ser quien eres tu. Esta distracción es resultado de todos los estados emocionales que has estado alimentando a raíz de la imagen que proyectas.
Todos creamos vínculos con objetos, personas, lugares, situaciones y nos quedamos anclados a ellos. Por lo tanto, para identificarnos en otros contextos o con otras personas, necesitamos buscar esas mismas emociones, crear las mismas experiencias, para reconocernos. Nuestro estado del Ser está separado de la persona que necesitamos aparentar por estas emociones memorizadas que forman nuestra identidad aparente. Esta identidad depende integralmente de nuestro entorno.
Es el guión de vida de nuestro personaje. Es quien oculta la ira, el miedo, la frustración. Quien oculta la vergüenza, el sentido de soledad, de ineptitud, la inseguridad, las preocupaciones, la incomodidad, el sentirse inadecuados; y también el amor, la felicidad, el sentir, el ser.
Este trabajo de ocultar es dado del temor que no se nos acepte por lo que sentimos realmente y por lo que somos, genera un vacío siempre más grande dentro de nosotros mismos. La personalidad hace todo lo que puede para esconder lo que siente en realidad, o para que esa sensación de vacío desaparezca, para que la vulnerabilidad no sea visible a los ojos de los demás.
Nuestra realidad, la percepción que tenemos del mundo puede resultar algo demasiado grande, desafiante, aterrador. Nos supera y nos aplasta. No nos sentimos parte del todo sino que estamos separados de todo.
Nos sentimos bajo amenaza todo el tiempo y vemos el todo como una roca gigante cuyo peso tenemos que sostener como podamos para que no nos aplaste. Solos, con nuestra mascara puesta, sería demasiado duro enfrentarnos a esto y, más aún, llevando encima nuestra mochila con nuestra vulnerabilidad bien escondida dentro. Es por esto que necesitamos identificarnos con nuestro entorno, unirnos a grupos donde reconocemos rasgos, actitudes, hábitos, forma de pensar, formas de amar, sea o no todo esto satisfactorio. Esta dimensión hace que vivamos y proyectemos las mismas emociones y que vivamos las mismas experiencias. Resonamos de forma igual, generamos la misma energía.
Y la energía emocional es mucho más fuerte de cualquier otra. Crea un vinculo profundo.
Esto nos mantiene aparentemente estables en nuestra mentira y, además, la unión nos hace más fuertes. No estamos solos en la lucha! ¿Pero qué pasa cuando empezamos a no poder sostener el peso de todo este escenario individual y colectivo?
Pues empezamos a sentir frustración, rabia, dolor, rebeldía, nos sentimos perdidos y solos. Otra vez esa sensación de que todo nos supera y nos aplasta. Y si intentamos expresarlo, si intentamos cambiar nuestra actitud, si solo nos quitamos por un momento la mascara, todo nuestro entorno no nos reconoce. Cambia nuestra vibración, cambian las emociones que sentimos, nuestra energía será diferente a la del resto. Y lo que hará nuestro entorno será exigirnos que sigamos como antes, que no salgamos del molde, que no hagamos nada que les genere un desencaje en su realidad, en esa realidad en la que todos creemos estar en equilibrio.
Si ya era difícil enfrentarnos a nosotros mismos y tomar la determinación de dejar el personaje y sumergirnos en quien somos de verdad, el entorno no ayudará.
Seguirá echándonos en cara de todas las maneras posibles que no somos los de antes, que no nos reconocen, que por qué hemos cambiado, que no nos conviene lo que estamos haciendo. Y nos sentiremos culpables y traidores, traicionamos el clan al que pertenecemos y que tan bien nos acogió y cuidó de nosotros.
Es en este punto cuando podemos o seguir con las mismas personas, entorno y personaje; o bien buscar otro grupo donde vivir otra dinámica y dentro de otro personaje hasta que el cambio, la novedad, vuelva a hacernos sentir incomodos; o bien decidir qué queremos ser de verdad y con quien queremos compartir camino, quienes son las personas que, independientemente de nuestro aspecto, de nuestra forma real de ser, de nuestro trabajo, del coche que tengamos, del dinero que ganemos, nos valoran y nos aman tal y como somos. Es ahí el punto de inflexión y una vez tomes la decisión, ya no habrá vuelta atrás.
Es en este momento cuando empiezas a mirar dentro de tu vacío, a liberar las emociones enquistadas, a vaciar tu mochila llena de lo que hasta ahora te ha hecho sentir vulnerable.
Llenar donde falta, vaciar donde sobra.
Esto libera la energía no expresada que el cuerpo ha estado guardando. Liberar esta energía hace que también cambie nuestra vibración, cambie nuestra resonancia. Y es por esto que también todo nuestro entorno reaccionará consecuentemente. Este cambio tendrá un efecto radiante y un efecto excluyente. Quien tenga otra vibración no será parte de el. Simplemente. Es un dejar atrás un pasado sofocado en el que nos manteníamos anclados y empezar a vivir el presente con mirada al futuro. Es crear espacio para que lo nuevo por fin pueda entrar en nuestras vidas.
El camino del Ser, por agradable y duro que sea, nunca jamás te abandonará ni te traicionará. La mentira habrá terminado. Unirte a ti mismo, a tu interior, hará que sientas unión con todo, que te sientas parte del todo, que seas ese todo. El estado del Ser es un estado de libertad, de plenitud y de felicidad. Es nuestro estado natural al que, antes o después, volveremos. ¿Qué sentido tiene temerlo?
Así que no demores demasiado…
~
Imagen destacada: Pixabay.com
© Autor: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach
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