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Aburrirse es sano…

Nos aburrimos cuando no recibimos (o bien obstaculizamos) estímulos que provienen de nuestro entorno. O cuando estos estímulos no son tan fuertes como para mover nuestro interés, ni satisfacer nuestras necesidades.

Y es común interpretar el aburrimiento como algo negativo, alimentando la idea que hay que evitarlo como sea. Asociamos el aburrimiento con la tristeza, la pasividad, con la falta de algo que no sabemos ni identificar, con la dilatación del tiempo que parece no moverse de un milisegundo.

La evitación del aburrimiento es un gran problema, sobre todo para los jóvenes de ahora, acostumbrados a tenerlo todo y ya.

Todo es rápido, todo es fácil y esto les genera una idea pues de que ese todo se les debe y en un santiamén. Con esta idea en la mente, aprender a gestionar tanto el aburrimiento como la frustración se hace muy, pero que muy difícil.

Saber esperar es una virtud que hoy en día muy pocas personas tienen. Pero es importante recuperar esta capacidad de vivir la espera como algo funcional, al igual que los momentos de aburrimiento.

El aburrimiento cotidiano es funcional, porque por un lado nos ayuda a adaptarnos a la situación contingente, aunque no sea la que nos gustaría. Y por otro, genera una dinámica reactiva frente a la falta de estímulos.

Me tengo que inventar algo si no quiero aburrirme; necesito abrirme a nuevos estímulos si quiero cambiar mi estado. Y para hacerlo, necesito conectar conmigo misma/o para sentir qué es lo que necesito y cómo me quiero sentir. Necesito buscarme la vida para encontrar algo que me provoque sensaciones, que me genere curiosidad, que me mueva a la acción.

Y allí está la clave de la cuestión! Conectar con nuestro interior en esos momentos estáticos en que aparentemente no hay nada que llame nuestra atención y que nos mantenga interesad@s o, por lo menos, ocupad@s.

Si cada vez que no tenemos nada que hacer cogemos el móvil y vamos buscando cosas, generalmente muy dispares, pues ¿Cuándo o cómo vamos a conectar con lo que sentimos?

¿Por qué es tan terrible estar sin hacer nada? ¿Por qué no nos podemos permitir aburrirnos?

Vivimos a un ritmo tan rápido en todo que a la mínima sensación de que el tiempo se ralentiza y que no lo estamos llenando de mil cosas, lo pasamos mal. Hasta podemos llegar a sentirnos culpables por dedicarnos tiempo y en calma.

Es cierto que el aburrimiento puede convertirse en algo disfuncional cuando se prolonga demasiado en el tiempo.

Es decir, si cada día siento aburrimiento durante 10 horas seguidas, pues estamos frente a un problema donde el aburrimiento es solo la fachada. Pero existe un problema de fondo que no nos permite ser receptivas/os a los estímulos. No avanzamos en ninguna dirección y esto no es favorable.

El ser humano necesita motivación, necesita interesarse por algo, necesita fomentar la curiosidad, aventurarse y descubrir cosas nuevas. Es la forma en que se desarrolla su aprendizaje y su evolución cognitiva, emocional, física y espiritual. Y para conseguirlo, necesita conectar con su interior. ¡Tod@s lo necesitamos!

La conexión interior se produce en la quietud, sobre todo mental. Necesitamos desconectar del caos – interno y externo – para conectar con nuestro mundo interior.

La paz mental viene pues de una mente en calma, una mente que es capaz de parar la vorágine de nuestros pensamientos, ese torbellino que nos mantiene en tensión constante o con adrenalina y cortisol a tope todo el rato.

¿Por qué se acepta vivir acelerad@s todo el tiempo, pero no se acepta ralentizar, bajar el ritmo y darse un respiro?

¿Por qué debería ser malo tomarse un momento para un@ mism@?

Las personas hiperactivas tendrán más dificultades para tolerar situaciones estáticas. Pero lo pueden lograr y mantener un ritmo de actividad pronunciado, pero sin desconectar completamente de su interior.

Se trata de escucharse para conocerse. De desarrollar capacidades que nos permiten gestionar de forma sana y evolutiva nuestra realidad, de aceptarla tal y como es y de saber cambiar las cosas cuando no nos benefician.

Un móvil, las drogas, el alcohol, estar siempre con gente, buscar constantemente situaciones que hagan subir nuestra adrenalina no son exactamente la clase de estímulos que resuelven el aburrimiento.

El aburrimiento no es el culpable de nuestros males y temerlo es una tontería.

Es común decir que una relación de pareja se acaba por el aburrimiento. Así como sentirse infelices en un trabajo porque se nos hace aburrido. O sentir que nuestro día a día es aburrido y llegar a sentirnos decaid@s o depremid@s, pero no mover un músculo para cambiar las cosas.

La culpa no la tiene el aburrimiento. El aburrimiento no tiene poder sobre nosotr@s si nosotr@s no le damos ese poder.

Y le quitamos poder cuando cambiamos nuestro enfoque sobre la realidad que vivimos, cuando en lugar de caer en una monotonía mental, decidimos actuar, hacer algo que nos saque de un estado donde no nos apetece quedarnos mucho tiempo.

Está en nuestras manos aprender a convivir con nuestras emociones y estas dependen de los pensamientos que cultivamos en nuestra mente. Si quieres estar bien, ¡piensa bien!

Y seguimos…

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Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

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