Educación

¿Tienes la sensación que el tiempo vuela? Descubre cómo evitarlo…

El tiempo parece tener vida propia. Se alarga y se encoje como un elástico. Y a medida que pasan los años, tenemos la sensación que el tiempo vuela…

Es muy curioso porque, en todo el mundo, cada minuto consta de 60 segundos, cada hora de 60 minutos y cada día de 24 horas. No obstante, la unidad temporal puede variar según la densidad de la experiencia que vivimos.

¿Qué quiere decir esto?

La densidad de la experiencia es el volumen de información objetiva y subjetiva que la misma contiene.

La densidad puede ser alta tanto cuando vivimos alguna situación en la cual se producen diferentes eventos, sobre todo si son inesperados o extraños. Y también cuando no ocurre nada y nosotros la llenamos con nuestra participación (acciones, pensamientos, emociones etc.). Si por ejemplo vivo en una condición de aislamiento obligado, es muy probable que la densidad de mi experiencia sea elevada y que mi percepción del tiempo se dilate.

Por lo tanto cuanto más imprevista es la situación que vivimos, más se amplifica la densidad de nuestra experiencia por unidad temporal. Por ende, tendremos la sensación que el tiempo pasa más despacio.

La compresión del tiempo se produce al cumplir tareas rutinarias.

David Eagleman, neurocientífico americano, explica que << cuanto más nos familiarizamos con el mundo que nos rodea, menos información necesita “escribir” tu cerebro y más tiempo parece pasar. El tiempo se estira cuando tu cerebro necesita invertir recursos en ello. Pero cuando piensa “Oh, sin problema, esto ya me lo sé, lo tengo controlado”, entonces se encoge.>>

El día día de muchísimas personas tiene una rutina muy marcada. Desde que suena el despertador se encadenan una serie de acciones siempre iguales. Son pocas las variaciones hasta que llegamos por ejemplo al trabajo y, pasadas las canónicas  8/9 horas, volvemos para casa.

Y una vez en casa, la tendencia es seguir haciendo siempre las mismas cosas y con el mismo ritmo, acompañados por esa sensación de agotamiento, falta de energía o, peor aún, estrés. Así que, impregnados por este estado psico-físico, nos vamos a dormir y, al día siguiente, volvemos a empezar.

Cada día compone nuestra semana enmarcada por un patrón repetitivo, lleno repleto de hábitos.

Nos movemos en lo que ya hace tiempo está muy de moda llamar ‘nuestra zona de confort’. Todo es conocido, tenemos el control de lo que nos puede ocurrir (o eso creemos…), nos sentimos seguros.

La ausencia de eventos nuevos, de momentos para recordar, de cosas que nos sorprenden , hacen que percibamos que el tiempo se nos escapa de las manos. Si no hay experiencias nuevas, no habrán sensaciones nuevas.

Y la rutina difícilmente llena nuestros corazones, fomenta la diversión o despierta pasiones. 

¿Recuerdas cuando eras un niñ@?

Los niños son impacientes, no soportan estar quietos-parados. Necesitan estímulos constantes, responder a sus impulsos, a la curiosidad y son atraídos por lo desconocido ya que no conocen el riesgo. No tienen gran necesidad de tener el control de todo. Sus vidas fluyen a un ritmo mucho más lento porque todo es nuevo, todo es descubrimiento y aprendizaje, todo es impresionante en lo bueno y en lo malo. Además, no viven ni se causan el estrés que, al contrario, invade la vida de los adultos.

Déjame que te haga otro ejemplo.

Percibimos el tiempo de manera relativa al tiempo total que hemos vivido.

Es decir, para un niño de dos años, 365 días son la mitad de su vida. Para uno de diez, un 10%. Para uno de 20, un 5%. ¡Y se trata del mismo numero de meses, días y horas! Algo que Maximilian Kiener dibuja de forma muy clara y visual en este grafico:


Los intervalos de tiempo son percibidos de forma diferente según nuestra edad ya que los comparamos con la cantidad total de tiempo que hemos vivido. Y esto marca la diferencia.

Los psicólogos Marc Wittmann y Sandra Lenhoff, afirman que cuando envejecemos todo en nosotros se ralentiza, nuestros movimientos, nuestra respiración e incluso nuestro ritmo cardiaco. Solemos movernos en un entorno muy conocido y rutinario al contrario que los jóvenes.

Los jóvenes necesitan descubrir el mundo y vivir experiencias nuevas. Sus cerebros deben dedicar muchas más energías frente a tantos estímulos diversos. Lo cual, libera dopamina, un neurotransmisor que interviene en nuestras respuestas nerviosas relacionadas con la expresión de nuestras emociones, de los procesos cognitivos y de aprendizaje y hasta en la toma de decisiones. Una persona poca activa y que no vive estímulos nuevos, no liberará grandes cantidades de dopamina.

Otros estudios científicos hablan de la presencia en nosotros de un reloj interno que marca nuestras percepciones. Este reloj no solo regula las relacionadas con el tiempo, sino que activa nuestras dinámicas psicológicas. Lo cual podría explicar como la percepción de un momento que se vive y el recuerdo de ese momento nacen de mecanismo cerebrales diferentes.

Cuando alguien tiene un accidente tiene la sensación que el tiempo se mueve a camera lenta. La experiencia es tan sorprendente y tan ajena a nuestro control, que la vivimos con extrema intensidad, inevitablemente.

Al contrario, cuando vivimos momentos o fases de estrés, no estaremos centrados en el momento presente. Nuestro deseo es que el tiempo pase rápido, que ese momento termine, que el día se acabe para así liberarnos de esas sensaciones incomodas. Actuando de esta manera, ofuscamos nuestra capacidad para grabar lo que está ocurriendo en el presente.

No podemos así construir recuerdos precisos en nuestro cerebro que, por ende, se quedará vinculado a ese estado emocional desagradable.

El estrés y la frustración que nos puede causar una vida rutinaria y llena de obligaciones, causan que tengamos demasiada prisa para que el tiempo corra rápido, para que llegue el fin de semana, para que algo cambie. Todo esto suma en nuestra percepción negativa del tiempoY sin tener la actitud adecuada, difícilmente favoreceremos el cambio de actitud que mejore nuestra vida.

Podríamos seguir hablando de las numerosas investigaciones científicas que llegan a las conclusiones más dispares. Pero quizás mejor enfocarnos ya en cómo mejorar la manera en que percibimos el paso del tiempo.

Lo primero y mas importante es:

¡Vive el momento presente! Con lo que hay y como sea.

Vivir el presente implica prestar atención en todo lo que ocurre ahora. Ni en ayer ni en mañana, ¡ahora! Y despertar nuestra capacidad de observar lo que está pasando. Si nuestra mente y, por consecuencia, nuestras emociones están dirigidas al pasado o al futuro, será complicadísimo crear o vivir cosas nuevas.

Estaremos demasiado distraídos en cosas que ya no son y en cosas que no se sabe si serán. Lo único que existe es el presente.

¡Sigue aprendiendo!

Aprender cosas nuevas es como ponerse a prueba cada día, descubrir nuevas capacidades y desarrollar nuevas habilidades. Todo esto desvía nuestra atención de la idea que se nos acaba el tiempo y nos permite aprovechar el momento.

Crea momentos para recordar.

Vivir cosas nuevas implica abrirse a lo desconocido, salir de la rutina, abandonar las dinámicas repetitivas del día día. Experiencias nuevas, como dicho anteriormente, generan emociones nuevas. Nuestros recuerdos existen si existen emociones e imágenes de cosas que hemos vividos y que nos retro-alimentan. Nutren nuestro cerebro y nuestras emociones.

Descubrir el mundo no es una necesidad solo de las personas jóvenes.

¿Dónde está escrito que solo los jóvenes tienen ganas y derecho de descubrir el mundo y aventurarse por los rincones desconocidos de la vida?

¿Tanto sabemos, los adultos, como para no necesitar descubrir más? ¿Tan poco humildes somos como para considerar que ya tenemos la lección aprendida? ¿Y por lo tanto no necesitamos esforzarnos para avanzar? ¿Tan agarrados estamos al control que no nos atrevemos a abandonar nuestros hábitos para vivir la vida como se merece?

La felicidad como ‘estatus’.

Parece ser que estamos en constante búsqueda de la felicidad. En realidad solo hay que ser felices buscando, ¡lo cual es muy diferente! Contaminamos nuestra felicidad con una infinidad de pensamientos, miedos, frustraciones y mucho más. Por lo tanto no se trata de ir a buscarla, sino de decidir ser felices y descontaminarse de todo lo que nos lo está impidiendo.

Mantente ocupado en lugar que pre-ocupado.

Vivimos constantemente preocupados por cosas que no se han producido, por lo que podría pasar; o bien por lo que ya ocurrió y seguimos dándole mil vueltas. Hablamos con nosotros mismos horas y horas, generándonos estados de ánimo impregnados de incertidumbre, ansiedad, frustración, rabia. No soportamos esperar a que algo ocurra o bien no aceptamos lo que ya ha pasado, porque no tenemos el control. Y esto nos mata. Así que deseamos que el tiempo pase rápido para recuperar el control de algo o alguien.

Pues en lugar de hundirnos en este bucle neurótico, simplemente mantengámonos ocupados con lo que nos toca en el momento presente. Y ya está. ¡Mucho más fácil!

Acepta las fases de la vida.

La vida se compone de muchas fases diferentes. Cultural y socialmente, interpretamos las primeras fases de la vida como las mejores. Mientras las últimas las catalogamos como negativas, porque el tiempo se acaba, porque no tendremos la misma energía que cuando éramos pequeños, porque nos hemos metido en hipotecas, relaciones que no han funcionado, problemas de todo tipo, errores, porque hemos vivido momentos duros. El balance pues va a favor de la juventud y en contra de la edad adulta y más aún de la vejez. ¡Pues no!

Imagen: TheBestPhotos.eu

Cada fase de la vida tiene unas características entrañables. Se trata de mantenerse alineados con la fase en la que estamos y vivirla con la mejor actitud posible. Si vivo la vejez invadido por la nostalgia y el remordimiento, pensando que hace ‘x’ años estaba en otro sitio, con otras energías, rodeado de cosas y personas, actuando con garra frente al mundo, pues es normal que mis pensamientos y emociones sean negativos. Mi percepción del tiempo será marcada por la no-acción: el día se hace eterno y la vida se hace corta. »¿Qué voy a hacer ahora? Ya no soy la persona que era y nunca lo seré, lo he perdido todo.» Y adiós motivación y energía

Lo mismo pasaría si siendo unos chavales, deseamos ser ya adultos para tener libertad, para que nadie nos limite o nos diga lo que tengamos que hacer, para poder vivir cosas que siendo jóvenes no logramos alcanzar. Esta actitud no es favorecedora. Nos desalinea a nivel espacio-temporal de nuestra vida y de nosotros mismos y nos impide vivir el presente y disfrutar de el.

Acepta las fases de tu vida, dales sentido. Cultiva la mejor actitud, cuida tus pensamientos, aprende a seleccionarlo con amor y lógica. Cuida tu cuerpo para que te acompañe dignamente hasta el último día que pises este mundo. Ocupa tu cerebro con experiencias nuevas. Sé humilde y compasivo contigo mismo, sin exigirte ser ni quien fuiste ni quien se supone que serás. Sé tu, aquí y ahora.

~

Imágenes: Pixabay.com

Autora: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

6 Comentarios

  • Nancy Pacheco

    Brillante reflexión y sugerencias, basadas en estudios científicos!

    Mientras leía, recordé a mi admirado Carlos González Vallés, cuando trata el tema de vivir en el ahora, en su hermoso libro «Mis amigos los sentidos».

    Considero, que debemos tener en cuenta estos aspectos, no sólo a diario, estar atentos todo el tiempo, a nuestros pensamientos, hasta hacerlo de manera natural y cambiarlos inmediatamente, cuando corresponda.

    El Amor y la Gratitud son fundamentales.

    Muchas gracias por este valioso regalo.
    Namaste ?

  • Felipe Alarcón Granada

    Hola Vittoria. Muchas gracias por todos tus artículos y por este en especial. Me llegó como pedido. Un abrazo desde Colombia.
    Felipe

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