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Ser mujer entre Generación X y Generación Y: ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado?

Ser mujer entre Generación X y Generación Y: ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado?

Pertenezco a la Generación X y como mujer soy protagonista directa de las dificultades que el mundo laboral todavía reserva al genero femenino.

La Generación X heredó valores familiares, profesionales, sociales que en un muy corto plazo de tiempo se volvieron obsoletos con respecto al nacer de un nuevo ciclo social.

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Se encontró a vivir a caballo entre un mundo seguro y estructurado en el que los pasos hacia el futuro se podían definir con antelación, planear y considerarlos casi seguramente realizables; y el empobrecimiento repentino de ese mismo mundo. Se vio devorada por la era del consumismo donde tener era importante casi cuanto o casi más que ser. La crisis profunda que atravesamos dio el golpe final e hizo sentir la Generación X como pez fuera del agua, en la total incertidumbre que deriva del sentir de tener y querer abandonar ciertas creencias no conformes a un nuevo estilo de vida ya absorbido, adoptado, integrado, y que respondían a un modelo cultural convencional en el que reconocerse se había hecho imposible. Aún así, en el mundo profesional unos cuantos pudimos construir nuestras carreras antes de la caída vertical de la oferta laboral (bueno, los más afortunados o los más comprometidos con los estudios y con carácter y ambición de obtener una buena profesión).

El salto entre generación X y generación Y no nos ha dado ni tiempo de enterarnos del cambio.

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Los jóvenes Y, hijos de la X, pisan tierra a ritmo de sms y crecen deslitando los dedos en ipad y smartphones, no mueven ni un musculo frente a una oferta de trabajo que no les permite ser personas con intereses y vida personal y, a pesar de crisis, modelos, convenciones, falta de perspectivas de futuro, son conscientes que los valores de antes y los ideales heredados ya no les sirven. Saben que el mundo cambia muy rápido y no piensan esforzarse demasiado remando en contracorriente para llegar a un determinado objetivo. Los jóvenes Y funcionan con el combustible del sentido, sin el cual no se molestan en cuestionarse el qué hacer. Prefieren un proyecto a un trabajo y viven el presente. ¡Y como no! ¿Qué sentido tiene proyectar tanta energía hacia lo incierto y lo que ni se sabe si ocurrirá o bien no? ¿Por qué bajar la cabeza frente a mensajes como ‘esto funciona así’, ‘se hace así porque yo lo digo’, cuando lo lógico es entender y a lo mejor debatir el sentido de las cosas? Aceptar un cambio generacional tan radical daría (¡o dará!) el empujón hacia un futuro mucho más autentico y productivo.

Las mujeres llevamos hasta hace muy poco tiempo el peso de siglos de lo que empezó a llamarse machismo una vez se entendió que la sociedad operativa y de poder no era únicamente la de los hombres; y donde las emociones no eran sinónimo de debilidad ni pertenecían solo a las mujeres sino que eran sentimientos humanos.

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Quitarse este peso de encima no podía implicar su desaparición inmediata ni mucho menos una total ausencia de secuelas. También hay que admitir que, hace muchos años, determinados sectores profesionales tal vez no encontraban el interés de la mujer que, simplemente por preferencias dictadas de la cultura de la época y del contexto social, no intentaba emprender un recorrido laboral más técnico. Lo que complicó las cosas fue el inevitable moto reivindicativo que las mujeres llevaron adelante para vencer las resistencias y los abusos, para gritar a los cuatro vientos que cualquier sector laboral podía ser de su interés y que tenían todo el derecho de intentarlo. Pero llegó el momento en que la situación se les escapó de las manos, produciendo efectos no del todo deseados. Creando un modelo de mujer poco femenino, agresivo, en lucha casi con su propia naturaleza, que desaprovechaba sus dotes comunicativas y de empatía y que infravaloraba de distintas maneras el hombre en cuanto tal, amenazando los equilibrios entre géneros.

La reivindicación ahora no es tan fuerte o bien descontrolada. La lucha no es sangrienta sino que más comparable a una guerra fría y poco ruidosa, donde las armas son la experiencia, los hechos reales y todo lo que la historia permitió construir hasta el día de hoy.

Las organizaciones tienen casi del todo claro que no es el sexo lo que determina quien deba dictar las reglas del juego estratégico o manejar los hilos del poder, y ya tienen asumida la importancia de la diversidad. Pero el recorrido es largo y no sé hasta que punto las mujeres queremos ocupar los mismos puestos de los hombres, o tenemos claro cómo o qué o cuándo queremos conciliar vida familiar y profesional. Quizás tienen que producirse un par de ciclos sociales más para que exista el verdadero equilibro entre las partes, y para que se abandone por completo aquel obstinado deseo de querer ser iguales, entenderse 100% cuando es gracias a nuestra naturaleza distinta que podríamos funcionar como individuos que comparten el mundo, dentro de una dimensión donde la diferencia genera resonancias armónicas.

© Autor: Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

Imagen destacada: Douglas Coupland

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