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Deja de llenar vacíos emocionales con la comida

Nuestras emociones influyen poderosamente en nuestro cuerpo.

El cuerpo las absorbe y transforma la energía que emiten, secretando diferentes hormonas o privándonos de ellas.

Existe una estrecha e ininterrumpida relación entre lo que sentimos y la manera en que almacenamos y metabolizamos las sustancias que entran en nuestro cuerpo.

Así se genera nuestro estado de salud en todos nuestros sistemas internos y se moldea nuestra imagen externa.

El acto de comer equivale a tragar y llenar el vacío que hay en el estomago.

Cuando todo funciona de forma natural y equilibrada, el cuerpo genera el estimulo o impulso del hambre para que le aportemos los nutrientes que necesita para llevar acabo sus procesos.

Pero, sabemos tod@s que el ¡hombre es el único mamífero que come aunque no tenga hambre!

¿Y por qué pasa esto?

Si trasladamos la acción del comer a nuestra vida, en toda situación en la que, a nivel emocional, no nos permitimos sentir o expresar lo que sentimos para cubrir nuestras necesidades interiores, generamos un vacío o desajuste emocional. Y, a menudo, intentamos llenarlo con la comida.

En este caso, el acto de tragar está simbólicamente relacionado con lo que hemos tenido que tragar a nivel emocional porque no lo hemos expresado ni nos hemos permitido sentirlo tal y como necesitábamos.  Como consecuencia, compensamos esta falta tragando comida y llenando el estomago.

No es exactamente un proceso consciente, sino más bien es un proceso consecuente a la falta de reconocimiento o aceptación de un factor estresor.

Por lo tanto, lo que hacemos es descuidar el síntoma y luchar en su contra para sofocar el problema lo más rápidamente posible.

¿Por qué elegimos la comida para esto entonces?

Porque la comida aporta un placer y una distracción instantáneos!

Nuestro cerebro genera un neurotransmisor llamado dopamina cuando ingerimos alimentos.  Es más, su segregación se produce también cuándo solo *pensamos* en comer.

En cualquiera de estos dos casos, sentimos una sensación de placer. Esta sensación tiene la función de recompensa, es decir, cuando me nutro me siento bien y garantizo mi supervivencia. Así que, cada vez que mi cuerpo necesitará nutrirse, sabré que comer me sentará bien.

Este proceso se descontrola cuando hay un desequilibrio emocional o un factor estresor.

Piensa que, de hecho, la dopamina es la responsable de nuestras adicciones.

Cuando nos alimentamos de forma descontrolada eligiendo, además, alimentos como la comida procesada, azucares,  grasas saturadas (vamos, la comida ‘basura’), nuestra dopamina se dispara.

Sucede lo mismo con las drogas que aumentan la cantidad de dopamina en el sistema de recompensa del cerebro.

De esta forma, se produce un estado de placer que refuerza que sigamos consumiéndolas.

Este desajuste puede degenerar en descontrol y causar pues una adicción cuya finalidad es la búsqueda continua del placer.

Si seguimos ‘tragando’ cosas a las que no hemos podido, sabido, querido hacer frente en nuestra vida, tanto con respecto a la relación que tenemos con nosotr@s mism@s como con los demás, necesitaremos compensar el desajuste con alguna otra cosa para aguantar.

Y cuanto más tardamos en reconocer, aceptar y gestionar el factor estresor, más a menudo recurriremos a la comida para compensar.

Para complicar las cosas aún más, nuestra mente fijará una nueva creencia: si estoy mal mejor comer porque se me olvida el dolor y sentiré placer.

Y a cuanta más ansiedad, más descontrol y más comida para llenar ese vacío que se va haciendo enorme.

De hecho, la idea de comer nos persigue durante todo el día y entramos en una espiral de ansiedad que, si no comemos, no se resuelve y va a peor.

La realidad es que la comida no puede llenar un vacío emocional.

En el caso del sobrepeso, el problema deriva de muchas causas como: desórdenes o problemas metabólicos, factores genéticos, hábitos alimentarios incorrectos, vida sedentaria etc.

Y también de emociones que constituyen los factores causales: estrés, inseguridad, resentimiento, rabia, frustración, sentirse amenazad@s y/o rechazad@s, no expresar lo que se siente y un larguisimo etcétera.

La forma en que reaccionamos frente a los acontecimientos genera un mensaje emocional que el cuerpo absorbe.

Imagen: Proyectosalud.com
Imagen: Proyectosalud.com

Nuestras reacciones dependen de nuestras creencias.

Vemos la realidad según nuestro mapa o guion de vida, desde el cual interpretamos los hechos y los enlazamos a los registros que existen en nuestro cerebro.

Esto varia obviamente de persona a persona.

Una determinada situación puede traducirse en amenaza para algunos y en desafío para otros. Ambas situaciones aparentemente iguales generan emociones diferentes.

La forma en que cada uno las elabora dependerá de muchos factores y circunstancias personales y externas.

Una reacción positiva generará pensamientos que nos retro-alimentarán de forma saludable, y nos moverán hacia acción, expresión, apertura.

Una reacción negativa generará alarma y por lo tanto pensamientos limitantes que ejercerán un efecto negativo en nosotros. Estos difícilmente nos moverán hacia una acción o expresión constructivas ni a abrirnos a vivir sin miedo el acontecimiento concreto.

Además, cada reacción creará un registro que quedará grabado como método de actuación frente a esa situación.

Lo que hará la mente después será recurrir a ese registro cuando se encuentre a vivir una situación parecida que genera la misma tipología de pensamientos y, consecuentemente, emociones. De esta forma garantizará – en teoría – la resolución del problema y, por ende, la sobrevivencia.

Lo cual se traduce en actuar siempre bajo el mismo patrón de comportamiento, aún cuando este sea perjudicial.

¿Entonces, cómo resolvemos el ansia de comer y la adicción a la comida?

Identificar nuestras necesidades interiores, aprender a expresarlas y entrenar la mente para mantener una actitud positiva, es fundamental para conseguir resultados exitosos en nuestra vida.

Esto aplica también a un cambio de dieta.

En estos años trabajo mucho un concepto de dieta eficaz y efectivo: la dieta emocional.

La dieta emocional tiene 2 objetivos:

1) hacerte aprender a nutrirte y abandonar hábitos no saludables para tu salud física, mental y emocional;

2) impulsar la toma de conciencia para que, en todo momento, puedas detectar y reconocer qué emoción te atraviesa y qué reacción te provoca. Así responder a la necesidad consecuente en la forma y medida correctas y no a través de la comida.

Este proceso de autoconocimiento permite depurar nuestra mente de aquellas creencias limitantes y pensamientos tóxicos que causan la baja autoestima  y la sensación de no tener el control de las cosas que nos ocurren.

Sentimientos de culpa, dolor, ira, impotencia, frustración así como ansiedad, angustia, miedo etc. causan un desequilibrio si no les damos voz y respuesta.

Se trata de aprender a canalizarlos hacia el lugar correcto y usando las herramientas adecuadas, dejando de utilizar la comida para ello.

De recuperar confianza y seguridad en un@ mism@ para abandonar de forma definitiva actitudes de boicoteo de nuestras necesidades interiores y de evitación de los problemas.

Todo cambio profundo empieza dentro de nosotros y se refleja en nuestra forma de pensar, de actuar, de tomar decisión y también en la forma en que nos alimentamos.

Tomar conciencia de lo que necesitamos nos permite destapar el amor hacia nuestra persona. Y solo cuando redescubrimos este sentimiento hacia nosotr@s mism@s, podremos resolver nuestros conflictos internos y ser quien de verdad somos. Esto se reflejará también en nuestra imagen y en como nos vemos.

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Vittoria Veri Doldo ~ Health Coach

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