Hipervigilancia corporal: cómo la mente maneja el dolor

La hipervigilancia es una forma de ansiedad que nos pone en estado de alerta ante un posible acontecimiento que no queremos vivir.

Esto provoca que nuestra atención se centre completamente en ese estimulo, dándole prioridad por encima de cualquier otra cosa.

La mente estará pendiente de cualquier cambio no solo físico, sino también cognitivo, motor, emocional y sensorial.

Es cierto que la hipervigilancia puede aparecer en cualquier contexto y estar asociada con algún tipo de preocupación. Por lo tanto se puede considerar una reacción normal que todos podemos tener cuando vivimos algún episodio de estrés.

Cuando la hipervigilancia deriva de experiencias o episodios traumáticos, éstos causan que, durante un tiempo prudencial, se viva en constante estado de alerta por miedo a que ese evento o experiencia se repitan (por ej. un robo o una agresión o bien una simple caída).

En situaciones normales, al superar el efecto traumático del suceso, la hipervigilancia va desapareciendo.

EL MIEDO AL DOLOR

Tanto la ansiedad como el estrés asociados a la hipervigilancia pueden causar que creemos una enfermedad (sea física y/o emocional), sin que la misma exista.

La idea que tenemos del dolor físico y del sufrimiento emocional es de algo malo que debemos evitar a toda costa.

Esta idea causa que nuestra mente no pare de trabajar para tratar de defendernos de cualquier amenaza susceptible de causarnos dolor o sufrimiento.

Tal estado psíquico provocará a su vez un estado emocional ansioso y catastrofista, que nos mantendrá agarrados a una idea de dolor, independientemente de si este se produzca o no.

La hipervigilancia pues es el resultado de un miedo aprendido que nuestra mente protege y cultiva para garantizar nuestra supervivencia.

La alerta es tal que hasta puede causarnos que el dolor o el sufrimiento se cronifiquen.

Ahora bien, como explicábamos anteriormente, es obvio que si sufrimos un traumatismo que nos causa dolor (ej. un resbalón en la ducha que causa una lesión en el tobillo), automáticamente generaremos una sobre-preocupación y/o ansiedad, y trataremos de evitar cualquier movimiento para protegernos de más dolor o inflamación. Esto por lo menos al principio.

¿Qué puede pasar en estos casos?

Que aún cuando el cuerpo sigue su proceso de curación y nos vamos recuperando del traumatismo, nuestra mente se mantiene centrada en la búsqueda de cualquier mínima molestia. Su objetivo es continuar evitando el movimiento o la acción que, potencialmente, podría seguir causándonos dolor.

Lo mismo ocurre en situaciones traumáticas que nada tienen que ver con el dolor físico, sino más bien con el sufrimiento pisco-emocional.

Si he vivido relaciones traumáticas (filo parentales, de pareja, profesionales, sociales etc.), la hipervigilancia hará que, con cualquier persona que intente acercarse, hipervigilaré todos sus movimientos a la espera de que algo parecido a lo ocurrido en mi pasado se repita.

En muchos casos, la tendencia es evitar la relación con esa/s persona/s o contexto/s por miedo a sufrir. O bien cargarnos la relación o la situación, actuando desde la idea catastrófica causada por el recuerdo del sufrimiento enquistado en nuestro pasado.

Básicamente es como si re-creamos un dolor o un sufrimiento aún cuando ni uno ni otro existen.

La afectación en estos casos abarca todos los ámbitos de nuestra vida: cognitivo, conductual, físico, motor, emocional, social.

TRATAMIENTO

»El mal imaginario» – Obra de Honoré Daumier

Según el psicólogo Antonio Cano Vindel, «el dolor inventado puede ser casi invencible«.

Maticemos…

Piensa en una persona hipocondríaca. Su razón de existir es encontrar constantemente una causa de angustia por un mal potencial y buscar con afán extremo una cura.

Esta actitud provoca que cualquier sensación que tenga o acontecimiento que viva sea interpretado de una forma tendencialmente catastrófica (‘me duele la cabeza=será un tumor cerebral; ‘si voy a jugar al tenis podría tener un infarto con tanto correr’; ‘viajar en coche no es seguro porque puede producirse un accidente que me deje parapléjico’). Las hipótesis mentales se convierten en realidades posibles rápidamente.

La angustia que vive la persona hipocondríaca es tal que, aún frente a sensaciones que nada tienen que ver con una enfermedad real, su mente empieza a provocar reacciones bio-químicas y orgánicas que pueden derivar en un malestar real (desde sudoración profusa a taquicardia o ataques de pánico; vómitos y diarrea etc.).

El estado que causa la hipervigilancia es el resultado de una creencia errónea o descontextualizada que, como tal, puede resolverse con la identificación de lo que la ha originado, reprogramando el sesgo cognitivo asociado.

¿Y qué quiere decir eso?

Pues básicamente:

  • trabajar con la mente para volver al momento del trauma originario;
  • ver que la mantiene enganchada a ese suceso;
  • analizar los elementos que alimentan la idea o creencia asociada;
  • identificar cómo y cuánto la misma incluye en el bienestar de la persona;
  • modificar la creencia con una nueva.

Este proceso suele asustar porque implica volver a conectar con algo que duele.

Pero lo que muchas personas no consideran es que no se trata de volver a sufrir, sino más bien de girar la vista hacia atrás, demorar un rato observando lo que ocurrió, y volver a girar la cabeza hacia el presente.

Nadie es lo que era en el pasado. Las circunstancias de entonces no existen y si no resolvemos lo que nos ancla al pasado, nos condenamos a repetir las mismas vivencias, por miedo a revivirlas. ¡Así de retorcido es el proceso neurótico!

De esta forma, tanto repetir debería acabar con hacernos comprender que ya está, que no nos hace falta quedarnos atrapados en una creencia o en un pasado ya vivido.

Pero lo bueno es que podemos evitar tanta repetición y resolver el problema más fácil y rápidamente.

La restructuración cognitiva, la desensibilización sistemática, el entrenamiento en técnica de relajación, la PNL o la terapia de aceptación y compromiso, son especialmente eficaces para re-encontrar el equilibrio y descargar la mente de esta hiper-protección constante.

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Seguiremos hablando de temas relacionados con la ansiedad, así que ¡¡no te pierdas las próximas publicaciones!!

Si además quieres más detalles sobre el tratamiento en estos casos, escríbeme al mail: sanate@sanate.info y estaré encantada de responderte.

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